sábado, 16 de febrero de 2008

NEWTON, Isaac

Físico, matemático y astrónomo inglés; n. en Woolsthorpe (condado de Lincoln) el día de Navidad de 1642, justamente el año en que muere Galileo. Es, sin duda, una figura extraordinaria de la humanidad. Sus aportaciones a la Física abarcan todos los campos, pero los que más se beneficiaron fueron la óptica y, en la Mecánica, la Dinámica.
En el s. XVII, como uno de los frutos del Renacimiento, cambia el modo de razonar en las ciencias naturales, permitiendo a los matemáticos concebir el álgebra (v.), la teoría de los números (v.) y el cálculo infinitesimal (v.). Todo ello repercutió de manera decisiva en el desarrollo de las ciencias físicas, de forma tal que la Dinámica (v.) se convierte en una ciencia autónoma, la Mecánica (v.) celeste queda formulada en leyes por las que se rige, y la óptica (v.) alcanza el grado de ciencia matemática. En todas estas cuestiones y en otras tales como una primera hipótesis consistente de la naturaleza de la luz, la construcción de aparatos de observación tan decisivos como el telescopio y la teoría de los colores, está siempre presente el nombre de Newton. Nace en este siglo lo que se ha convenido en llamar «ciencia nueva», que se aparta del dogmatismo y teorías reinantes en la ciencia natural, pese a los peligros que ello suponía, dedicándose más a la experimentación. Las informaciones científicas salen de su casi forma única epistolar y aumentan las publicaciones, con los magníficos libros de N.
En 1705 le fue concedido a N. título de nobleza, y desde 1696, que abandonó Cambridge, vivió en Londres, con carácter oficial, en la Casa de la Moneda, de la que fue director. Fue presidente de la Royal Society desde 1703 hasta su muerte, acaecida el 31 mar. 1727.
Mecánica. El primer gran éxito de N. fue el de revisar el concepto de fuerza (v.), prescindiendo de la formulación de Aristóteles, y que tampoco Galileo fue capaz de modificar acertadamente: «Los cambios que experimentan la cantidad de movimiento de un cuerpo son proporcionales a la fuerza motriz y tienen lugar en la dirección de ella». Matemáticamente se expresa así: d(mv)=Fdt, siendo m la masa del cuerpo, v la velocidad de _que está animado, F la fuerza que actúa sobre él y t el tiempo. Esta definición de la fuerza constituye el segundo principio fundamental de la mecánica de N. El primero es el de la inercia (v.); «Todo cuerpo continúa en su estado de reposo o de movimiento mientras una fuerza no actúa sobre él». El tercer principio es el de acción y reacción, que si bien parece trivial en las acciones de contacto, N. lo extiende a las acciones a distancia.
El papel que las fuerzas juegan en el mundo físico es una idea obsesiva para N. El magnetismo, las atracciones y repulsiones eléctricas, la fuerza centrífuga, las atracciones entre los astros, etc. En su famoso libro Opticks (óptica, 1704), escribe: «Es imposible construir una física sin tener en cuenta todas estas fuerzas, que están siempre presentes». «Los cuerpos reales no son indiferentes unos de otros, como los cuerpos geométricos de Descartes, las pequeñas partículas (N. era atomista) obran las unas sobre las otras por las atracciones de la gravedad, del magnetismo y de la electricidad, aunque puede haber otras atracciones muy potentes que aún no conocemos». Leibniz (v.) ataca violentamente a N. y se rebela contra su vis attractiva considerándolo como un antibarbarus physicus. También Huygens (v.) califica la vis attractiva como un absurdo.
N. se siente como fuera de lugar en su tiempo, al verse obligado a utilizar una nomenclatura nueva, pero todo le vale la pena cuando llega a identificar la fuerza de gravedad (v.) como un caso particular de la gravitación (v.) universal y enunciar la ley general de que «todos los cuerpos se atraen con fuerzas que son directamente proporcionales a sus masas e inversamente proporcionales al cuadrado de las distancias que los separan».
Toda la mecánica newtoniana, basada en muy pocos principios, sorprendentemente pocos, sigue en pie y es la que rige todos los fenómenos que ocurren a «nuestra escala». Las nuevas mecánicas, relativistas y cuánticas, que rigen fuera de ella, encierran siempre, como caso particular, la de N., en cuanto las condiciones de velocidades y distancias son las del mundo macroscópico que podemos apreciar con nuestros sentidos (v. MECÁNICA).
Óptica. La primera hipótesis seria que aparece (1671) sobre la naturaleza de la luz (v.) es la sustentada por N. Para él, la luz tiene una naturaleza corpuscular; es decir, los cuerpos luminosos emiten en todas direcciones pequeñísimas partículas que, al chocar con nuestra retina, producen la sensación luminosa. Mediante esta hipótesis, se explica perfectamente la propagación rectilínea de la luz y la reflexión de la misma. Ahora bien, resulta difícil explicar con ella por qué cuando cae sobre la superficie del agua, p. ej., parte se refleja y parte se refracta (v. REFLEXIÓN; REFRACCIÓN); parece lógico que los corpúsculos se comporten siempre de la misma manera y, por tanto, debieran ser o todos reflejados o todos refractados. N. combatió esta objeción con una elegancia insuperable, admitiendo que la superficie del agua pasaba por periodos alternos de reflexión y refracción, de tal modo que, al alcanzar el corpúsculo la superficie del agua en un periodo de refracción penetraba en ella, y el corpúsculo que llegaba un instante después era reflejado. Estas consideraciones de N. no fueron tenidas en cuenta en su época. Actualmente nos admiran, pues es la primera vez que aparece la palabra probabilidad en el campo de la Física. Hoy día se utiliza constantemente y la sustitución del determinismo por la probabilidad es la base-de la fructífera teoría de los cuantos (v.).
Después de sus trabajos sobre la dispersión, N. afirma que la luz blanca está formada por una serie de colores «puros», cada uno de los cuales posee una refrangibilidad específica y no se altera ni en la reflexión ni en la refracción. N. estableció el hecho de que la sensación de un color (v.) no solamente puede ser producida por la luz de ese color, sino también por la combinación de luces de diferentes colores. Así, p. ej., una sensación invariable amarilla (luz de sodio) puede continuar siendo invariable añadiendo luces rojas y verdes en proporción conveniente. Se preguntó N. si los colores pueden existir en la oscuridad; es decir: ¿se trata de cualidades de los objetos iluminados? Para él, los colores pertenecen a la luz y no a los cuerpos. No es que los rayos luminosos sean coloreados por sí mismos, pero «poseen una cierta potencia o disposición para excitar la sensación de color». En su teoría de la emisión trata de explicar los distintos colores por la diversidad de los «corpúsculos luminosos», siendo los violetas los más ligeros, con lo que la dispersión es función de la masa. Es evidente que el prisma se debe comportar siempre de la misma manera.
No excluye el principio de un éter vibrante, demostrando que esta concepción está de acuerdo con su teoría de los colores. Es curioso que, en el fondo, se adelante en cerca de 200 años a la Mecánica ondulatoria de Brbglie y Schródinger (v. MECÁNICA ni), ya que en «una teoría mixta» corpuscular y ondulatoria, los corpúsculos de N. «excitan» el éter, produciendo vibraciones con los caracteres propios de los colores. La diferencia más importante estriba en que para N. el papel fundamental lo juega la amplitud en vez de la frecuencia.
Otra contribución importantísima de N. fue la invención del telescopio de espejo, pues evita de esta forma la aberración cromática que lleva consigo el fenómeno de la refracción.
La concepción newtoniana. En un pasaje del ya citado libro Opticks, puede leerse: «Yo empleo la palabra atracción para significar, en general, una fuerza cualquiera responsable de que los cuerpos tiendan recíprocamente los unos sobre los otros sea cual fuere la causa. Las fuerzas atractivas son realidades siempre y cuando sirvan por inducción para explicar los fenómenos. No son entonces causas en el sentido metafísico de la palabra». Su gran religiosidad le ayuda a afirmar que entre la física y la metafísica existe una estrecha solidaridad. No está conforme con el mecanicismo (v.) de Descartes, al que considera como un fermento del ateísmo.
Los axiomas y las definiciones generales de los términos mecánicos aparecen en su obra Philosophiae naturalis principia mathematica (Trinity College, Cambridge 1686). Al referirse a los conceptos de espacio, lugar y movimiento, indica que hay que distinguir entre el absoluto y el relativo, entre el verdadero y el aparente, entre el matemático y el vulgar. El movimiento es la traslación de un lugar a otro y es absoluto o relativo según sean asimismo absolutos o relativos esos propios lugares.
El libro más importante de N. se publica, en su segunda edición, en 1713. Se inicia con la Regulae philosophandi, continúa con los Phenomenus (que son observaciones astronómica) y termina con el Scholium generale que, dedicado a su propia teología, contiene su famosa declaración «hypotheses non f ingo». «Todo aquello que no puede deducirse de los fenómenos es una hipótesis, y las hipótesis sean físicas o metafísicas, sean mecánicas o de cualidades ocultas, no pueden ser admitidas dentro de la filosofía experimental». En realidad, aquella célebre declaración encierra una táctica que adoptará N. para cortar las polémicas que surgen cuando aborda los problemas de la óptica. Al N. de los principia, cuajado de razonamientos matemáticos, parece oponerse el N. de la Opticks, mucho más explícito sobre las imágenes que le han servido de soporte.
N. no pretendía con la física, el método experimental y las deducciones matemáticas, captar toda la esencia de las cosas. Pero hubo newtonianos entusiastas que no siempre siguieron las fundadas y cautelosas enseñanzas del maestro y los interpretaron dando la impresión de que todo el mundo es una gran máquina. Abriendo paso así al mecanicismo (v.) y materialismo (v.) que durante tiempo después empaparon el pensamiento de muchos pensadores y cultivadores de la ciencia natural (v. MATERIALISMO 1, 2-3), al confundir los distintos métodos y los distintos planos de las diversas ciencias (v. MÉTODO; MATERIA II, 1).

Lo que dijo Newton de Dios en "Principia Mathematica"

"Pero aunque esos cuerpos puedan continuar en sus órbitas por las meras leyes de gravedad, en modo alguno podrían haber adquirido a partir de esas leyes la posición regular de las órbitas mismas. Los seis planetas primarios giran en torno al Sol en círculos concéntricos, con movimientos dirigidos hacia las mismas partes y casi en el mismo plano. Diez lunas giran en torno a la Tierra, Júpiter y Saturno en círculos concéntricos, con la misma dirección de movimiento y casi en los planos de las órbitas de esos planetas. Pero no debe suponerse que simples causas mecánicas podrían dar nacimiento a tantos movimientos regulares, puesto que. los cometas vagan libremente por todas las partes de los cielos en órbitas muy excéntricas. Debido a ese tipo de movimiento, los cometas transitan muy veloz y fácilmente a través de los orbes de los planetas; y en sus afelios, donde se mueven con la máxima lentitud y se detienen el máximo tiempo, se _alejan unos de otros hasta las mayores distancias, sufriendo así una perturbación mínima proveniente de sus atracciones mutuas. Este elegantísimo sistema del Sol, los 'planetas y los cometas sólo puede originarse en el consejo y dominio de un ente inteligente y poderoso. Y si las estrellas fijas son centros de otros sistemas similares, creados por un sabio consejo análogo, los cuerpos celestes deberán estar todos sujetos al dominio de Uno, especialmente porque la luz de las estrellas fijas es de la misma naturaleza que la luz solar, y desde cada sistema pasa a todos los otros. Y para que los sistemas de las estrellas fijas no cayesen unos sobre otros por efecto de la gravedad, los situó a inmensas distancias unos de otros. Este rige todas las cosas, no como alma del mundo, sino como dueño de los universos. Y debido a esa dominación suele llamársele señor dios, o amo universal. Pues dios es una palabra relativa que se refiere a los siervos, y deidad es dominación de dios, no sobre el cuerpo propio -como piensan aquellos para los cuales dios es alma del mundo-, sino sobre siervos. El dios supremo es un ente eterno, infinito, absolutamente perfecto, pero un ente así perfecto y sin dominio no es el señor dios. Pues decimos dios mío, dios vuestro, dios de Israel, dios de dioses y dueño de dueños; pero no decimos eterno mío, eterno.
La dominación de un ente espiritual constituye a dios, verdadero si es verdadera, supremo si es suprema, ficticio si es ficticia. Y de su dominio verdadero se sigue que el verdadero dios es un ente vivo, inteligente y poderoso; y de las restantes perfecciones que es supremo o supremamente perfecto. Es eterno e infinito, omnipotente y omnisciente, esto es, dura desde la eternidad hasta la eternidad, y está presente desde lo infinito hasta lo infinito. Rige todo, y conoce todo cuanto es o puede ser hecho. No es eternidad e infinitud, sino eterno e infinito; no es duración o espacio, pero dura y está presente. Dura siempre y está presente en todas partes, funda la duración y el espacio. Como cada partícula de espacio es siempre, y como cada momento indivisible de duración es ubicuo, el creador y señor de todas las cosas jamás podrá ser nunca ni ninguna parte. Toda alma percibe en diferentes tiempos, con diversos sentidos y órganos de movimiento, pero sigue siendo la misma persona indivisible. En la duración se dan partes sucesivas, en el espacio partes coexistentes, pero ni lo uno ni lo otro pueden hallarse en la persona del hombre o en su principio pensante, y mucho menos en la sustancia pensante de dios. En tanto en cuanto es una cosa dotada de percepción, todo hombre es uno e idéntico consigo mismo durante toda su vida en todos y cada uno de sus órganos sensoriales. Dios es uno y el mismo dios siempre y en todas partes. Su omnipresencia no es sólo virtual, sino substancial, pues la virtud no puede subsistir sin sustancia. Todas las cosas están contenidas y movidas en é12, pero uno y otras no se afectan mutuamente. Dios nada padece por el movimiento de los cuerpos, y los cuerpos no hallan resistencia en la ubicuidad de dios. Se reconoce que un dios supremo existe necesariamente, y por la misma necesidad existe siempre y en todas partes. Por lo mismo, es todo similar, todo ojo, todo oído, todo cerebro, todo brazo, todo poder para percibir, entender y obrar, pero de un modo para nada humano, para nada corpóreo, radicalmente desconocido para nosotros. Así como un ciego no tiene idea de los colores, así carecemos nosotros de idea sobre el modo en que el dios sapientísimo percibe y entiende todas las cosas. Está radicalmente desprovisto de todo cuerpo y figura corporal, con lo cual no puede ser visto, escuchado o tocado; y tampoco debería ser adorado bajo la representación de cualquier cosa corpórea. Tenemos ideas sobre sus atributos, pero no conocemos en qué consiste la sustancia de cosa alguna. En los cuerpos sólo vemos sus figuras y colores, sólo escuchamos los sonidos, sólo tocamos sus superficies externas, sólo olemos los olores y gustamos los sabores. Sus substancias íntimas -no son conocidas por ningún sentido o por acto reflejo alguno de nuestras mentes. Mucho menos podremos formar cualquier idea sobre la sustancia de dios. Sólo le conocemos por propiedades y atributos, por las sapientísimas y óptimas estructuras de las cosas y causas finales, y le admiramos por sus perfecciones; pero le veneramos y adoramos debido a su dominio, pues le adoramos como siervos. Y un dios sin dominio, providencia y causas finales nada es sino hado y naturaleza. Una ciega necesidad metafísica, idéntica siempre y en todas partes, es incapaz de producir la variedad de las cosas. Toda esa diversidad de cosas naturales, que hallamos adecuada a tiempos y lugares diferentes, sólo puede surgir de las ideas y la voluntad de un ente que existe por necesidad. Alegóricamente se dice que dios ve, habla, ríe, ama, odia, desea, da, recibe, se alegra, se encoleriza, lucha, fabrica, trabaja y construye. Pues todas nuestras nociones de dios se obtienen mediante cierta analogía con las cosas humanas, analogía que a pesar de no ser perfecta conserva cierta semejanza. Y esto por lo que concierne a dios, de quien procede ciertamente hablar en filosofía natural partiendo de los fenómenos".




L. BRÚ VILLASECA.

BIBL.: C. PLA, Isaac Newton, Buenos Aires 1945; A. C. CROMBIE y M. A. HOSKIN, History of Science, Cambridge 1962; VARIOS, Histoire Générale des Sciences, París 1964; L. T. MORE, Isaac Newton, Nueva York 1934; L. BRÚ, Física, 12 ed. Madrid 1969; íD, Mecánica, 4 ed. Madrid 1971. Sobre la influencia de Newton en la filosofía; É. GILSON, T. LANGAN, Filosofía moderna, Buenos Aires 1963, 249-253 y 556-558; B. MAGNINO, Iluminismo y cristianismo, 1, Barcelona 1961, 121-136; J. HIRSCIIBERGER, Historia de la Filosofía, 11, 4 ed. Barcelona 1971, 490-496 (Los fundadores de la física moderna); F. BARONE, Newton (Isaac), en Enc. Fil. 4,1002-1005.

jueves, 13 de diciembre de 2007

El experimento ATLAS en el CERN y su influencia como catalizador de contactos entre la ciencia y la industria israelí

Jorge Mikenberg

Weizmann Institute

Las políticas activas del Ministerio de Industria Israelí han permitido a las industrias de alta tecnología de Israel participar activamente en los experimentos del colisionador de partículas LHC del CERN. En esta charla presentare varios ejemplos de este tipo de contribuciones y discutiré cómo se llegó al diseño del Experimento ATLAS, su construcción y su potencial de física para sus primeros años de funcionamiento a partir de 2008.
La universidad Austral (Buenos Aires) está interesada en hacer convenio con la Universidad Hebrea de Jerusalén

jueves, 29 de noviembre de 2007

En defensa de la razón

El pasado 17 de mayo, el físico norteamericano Lawrence Krauss publicó un artículo en el "New York Times" donde, contra los partidarios del "designio inteligente", aducía el apoyo de la Iglesia católica a la teoría de la evolución. Esto ha movido al Card. Christoph Schönborn, arzobispo de Viena, a precisar que no toda versión del evolucionismo es compatible con la doctrina católica ("New York Times", 7 julio 2005).
Firmado por Aceprensa
Fecha: 27 Julio 2005

«Desde que en 1996 el Papa Juan Pablo II dijo que la evolución (término que no definió) era "más que una hipótesis" [cfr. Aceprensa 147/96], los defensores del dogma neodarwinista han invocado a menudo la supuesta aceptación –o al menos aquiescencia– de la Iglesia Católica para defender su teoría como compatible, de algún modo, con la fe cristiana». Pero eso, aclara el Card. Schönborn, solo puede decirse de la evolución en sentido general, según el cual unos seres vivos provienen de otros, no del neodarwinismo que considera la evolución como «un proceso, sin guía ni plan, de variaciones aleatorias y selección natural». «La Iglesia católica, a la vez que deja a la ciencia el estudio de muchos detalles sobre la historia de la vida en la Tierra, proclama que, por la luz de la razón, la inteligencia humana puede percibir con certeza y claridad que hay finalidad y designio en la naturaleza, incluido el mundo de los seres vivos». «Todo sistema de pensamiento que niegue o trate de descartar la abrumadora evidencia a favor de la finalidad en la biología es ideología, no ciencia».

El Card. Schönborn señala que Juan Pablo II trató el tema en distintas ocasiones, además de la carta de 1996. Y cita, en particular, la audiencia general de 10-07-85, a la que los neodarwinistas no suelen prestar atención. «La evolución de los seres vivientes –dijo Juan Pablo II–, de los cuales la ciencia trata de determinar las etapas, y discernir el mecanismo, presenta una "finalidad interna" que suscita la admiración. Esta finalidad que orienta a los seres en una dirección, de la que no son dueños ni responsables, obliga a suponer un Espíritu que es su inventor, el Creador». Más adelante, el anterior Papa añadió: «A todas estas "indicaciones" sobre la existencia de Dios creador, algunos oponen la fuerza del azar o de mecanismos propios de la materia. Hablar de casualidad para un universo que presenta una organización tan compleja en los elementos y una finalidad en la vida tan maravillosa, significa renunciar a la búsqueda de una explicación del mundo como nos aparece. En realidad, ello equivale a querer admitir efectos sin causa. Se trata de una abdicación de la inteligencia humana que renunciaría así a pensar, a buscar una solución a sus problemas». Y en otra audiencia general (5-03-86) afirmó: «Está claro que la verdad de fe sobre la creación se contrapone de manera radical a las teorías de la "filosofía materialista", las cuales consideran el cosmos como resultado de una evolución de la materia que puede reducirse a pura casualidad y necesidad».

Con todo ello, añade el cardenal, concuerda el "Catecismo de la Iglesia católica", al afirmar que la existencia de Dios creador puede ser descubierta por la razón humana (n. 286) y que el mundo «no es producto de una necesidad cualquiera, de un destino ciego o del azar» (n. 295).

Sin embargo, dice Schönborn, los neodarwinistas –Lawrence Krauss en concreto– han intentado presentar al nuevo Papa, Benedicto XVI, como si estuviera de su parte, citando una frase de un documento de la Comisión Teológica Internacional ("Comunión y servicio: La persona humana creada a imagen de Dios", 23-07-04) que alude a la ascendencia común de todos los seres humanos. Y señalando que «Benedicto XVI era entonces presidente de la Comisión, han concluido que la Iglesia católica no tiene reparos con respecto a la idea de "evolución" tal como suelen usarla muchos biólogos, es decir, como sinónimo de neodarwinismo. Sin embargo, el documento de la Comisión reafirma la enseñanza perenne de la Iglesia católica sobre la existencia de designio en la naturaleza. Comentando el extendido abuso de la carta de Juan Pablo II de 1996 sobre la evolución, la Comisión advierte que "la carta no se puede entender como una aprobación general de todas las teorías de la evolución, incluidas las de inspiración neodarwinista que niegan expresamente cualquier papel verdaderamente causal de la providencia divina en el desarrollo de la vida en el universo"».

Y en cuanto a las enseñanzas del Papa actual, Schönborn recuerda que «en la homilía de inauguración de su pontificado, hace solo unas semanas, Benedicto XVI proclamó: "No somos el producto casual y sin sentido de la evolución. Cada uno de nosotros es el fruto de un pensamiento de Dios. Cada uno de nosotros es querido, cada uno es amado, cada uno es necesario"».

El cardenal concluye: «A lo largo de la historia, la Iglesia ha defendido las verdades de fe (...). Pero en la era moderna, la Iglesia católica se encuentra en la extraña posición de salir con firmeza en defensa también de la razón. (...) Al comienzo del siglo XXI, ante tesis como el neodarwinismo y las diversas hipótesis cosmológicas inventadas para esquivar los abrumadores indicios de finalidad y designio hallados por la ciencia moderna, la Iglesia católica de nuevo defenderá la razón humana proclamando que el designio inmanente evidente en la naturaleza es real. Las teorías científicas que intentan explicar la apariencia de designio como si fuera resultado del "azar y la necesidad" no son científicas en absoluto, sino –como dijo Juan Pablo II–, una abdicación de la inteligencia humana».

martes, 20 de noviembre de 2007

COLOQUIO NOBEL 2007 y LA GMR

Ana María Llois
Departamento de Física, FCEyN; CAC, CNEA

Pocos descubrimientos en física tuvieron aplicaciones que impactaran al mundo tecnológico tan rápidamente como el efecto de magnetorresistencia gigante (GMR), por cuyo descubrimiento fueron galardonados este año con el premio Nobel de Física los investigadores Albert Fert y Peter Grünberg.

El efecto GMR se manifiesta a través de una variación importante de la resistividad en materiales especialmente diseñados, frente a variaciones pequeñas del campo magnético aplicado. Este efecto se origina en la interacción magnética que existe entre regiones de material ferromagnético separadas entre sí por material no magnético en muestras de dimensiones nanométricas .

En esta charla recorreremos la historia del descubrimiento, explicaremos las causas físicas que subyacen al mismo y hablaremos sobre el impacto que ha tenido sobre la miniaturización de los dispositivos de almacenamiento de datos.

domingo, 11 de noviembre de 2007

Eco de Loschmidt: Irreversibilidad y Caos en Mecánica Cuántica

Diego Wisniacki

Departamento de Física, FCEyN, UBA

El eco de Loschmidt es una medida de la estabilidad y reversibilidad de las evoluciones en mecánica cuántica. Hace un tiempo se mostró que existe una relación entre dicha cantidad y el caos (1) presente en el sistema clásico. Esto motivó que el tema tuviese mucha actividad y repercusión en los últimos años.

(1) "Caos" e-book Juan Ignacio Casaubon - 2001

sábado, 10 de noviembre de 2007

EL MÉTODO CIENTÍFICO

Las dos últimas décadas del siglo veinte acunaron lo que ya ha sido calificado por algunos de 'revolución tecnocientífica'. Aunque buena parte de la imagen pública de la ciencia ha permanecido inalterada en todos estos años, los cambios que esta revolución ha producido en la práctica de la ciencia son evidentes para cualquier investigador que empezara su carrera antes de los años ochenta.

La ciencia y la técnica —ésta con mucha antelación— constituyen una parte esencial de nuestra cultura. Desde el ámbito de las humanidades no siempre se ha querido mirar de frente este hecho y, por extraño que parezca, todavía hoy algunos desearían obviarlo. La ciencia, la técnica y particularmente su unión actual en la tecnociencia no sólo han contribuido a cambiar las condiciones materiales de nuestra existencia, permitiendo extender a un mayor número de personas, e incluso mejorar, condiciones de vida que antes estaban reservadas a minorías exiguas, sino que también han sido un elemento esencial en la configuración de las ideas y los valores prevalecientes en la edad contemporánea.
conoZe.com

¿Qué quedaría de nuestra visión actual del hombre y de la naturaleza si tuviéramos que sustraerle las ideas aportadas por el siempre polémico Darwin o por el genial Einstein? ¿Qué habría sido de la tan traída y llevada revolución sexual de finales de los 60, que llevó a un cambio en los valores prevalecientes hasta entonces en las relaciones de pareja, si no se hubiera puesto en circulación la controvertida píldora anticonceptiva? Los efectos, positivos y negativos, que el desarrollo tecnocientífico ha tenido sobre nuestro entorno doméstico y natural son evidentes para casi todos y han sido objeto de numerosos estudios.

Sin embargo, no son tantos los que reconocen aún los modos en que la tecnociencia está afectando a la cultura en sus aspectos organizativos, intelectuales y axiológicos. A este desconocimiento contribuye en no poca medida la permanencia de barreras disciplinares y académicas que tienden a perpetuar la separación entre las mal llamadas 'dos culturas', la científica y la humanística. Estas barreras siguen siendo las causantes de que, con pocas excepciones por el momento, los estudiantes de ciencias en las universidades de todo el mundo reciban una formación en la que no hay espacio para la reflexión crítica sobre las implicaciones sociales, políticas, religiosas, culturales y éticas de la investigación científica, así como de que, también con pocas excepciones, al estudiante de humanidades se le permita ignorar, cuando no despreciar abiertamente, el hecho mismo de la ciencia.

Cierto es que no faltan motivos para ejercer la crítica racional sobre el predominio actual de la tecnociencia, pero para ello un requisito imprescindible debería ser el disponer al menos de un conocimiento suficiente de eso mismo que se pretende criticar. Máxime cuando se trata de afrontar una cuestión que está siendo central hoy en día en el ámbito de los estudios sobre la ciencia, y no sólo para sus enfoques más sociologizantes: la cuestión ya señalada con insistencia por Paul Feyerabend en la década de los 70 del papel de la ciencia en una sociedad democrática.

Como ha argumentado detalladamente en una obra reciente el filósofo de la ciencia Philip Kitcher, no existe una ciencia pura, libre de valores; por el contrario, las cuestiones valorativas —incluyendo en ellas las que conciernen a valores no epistémicos (valores morales, políticos, sociales, económicos, etc.)— alcanzan a toda la ciencia. Además, la verdad y el conocimiento no son cosas intrínsecamente buenas, ni siempre beneficiosas (lo cual no significa que, como sostienen los más desengañados o peor informados, sean cosas siempre sospechosas al servicio de intereses ocultos)

Siendo esto así, Kitcher considera que la ciencia no está actualmente «bien ordenada» (well-ordered), es decir, se producen en muchas ocasiones incompatibilidades entre la práctica científica y los ideales de la sociedad democrática. Una ciencia «bien ordenada» sería aquélla en la que sus fines vendrían dados por los intereses de la sociedad democrática. Buscaría, como es su misión, verdades significativas, pero la significatividad vendría marcada por los intereses de los ciudadanos decididos mediante procedimientos de democracia ilustrada (ciudadanos representativos de diversas perspectivas asesorados por expertos científicos) Serían, pues, esos intereses los que habrían de fijar muy en especial la agenda de investigación en las ciencias y no los intereses, a veces espúreos, de los poderes burocráticos o de determinados grupos de presión.

Quizás haya quien vea en este abandono del ideal de la búsqueda del conocimiento por el conocimiento mismo y en la armonización de los fines de la ciencia con los de la sociedad democrática un riesgo inasumible de politizar la ciencia en el peor sentido de la palabra. En nuestra opinión es, sin embargo, un asunto ineludible dada la propia situación de la ciencia en las sociedades avanzadas y sus relaciones cada vez más complejas con los ciudadanos y con los poderes políticos y económicos. La tecnociencia es ella misma, quiérase o no, una forma de poder.

Los lazos entre la investigación científica y los valores éticos, políticos y sociales son inextricables y, por tanto, pensar hoy sobre la ciencia y la técnica implica necesariamente pensarlas en un contexto mucho más amplio que el meramente epistemológico o metodológico, e incluso más amplio que el del análisis de sus impactos sobre el medio ambiente. Pensar la ciencia y la técnica hoy significa reconsiderar los fines y los valores sobre los que se han sustentado ambas hasta el momento; significa en última instancia, como ya vio Feyerabend hace décadas, poner las bases para una ciencia más humana y más acorde con los fines de las sociedades democráticas.

jueves, 8 de noviembre de 2007

El auge de Asia en los albores del siglo XXI

Lanzamiento de naves orbitales lunares no tripuladas por parte de las tres potencias regionales: Japón, China e India. Pekín utiliza el proyecto para elevar el prestigio internacional del país y el patriotismo local. "China necesita demostrar que no sólo puede alcanzar logros económicos, sino también científicos.



Las ambiciones chinas y el auge de Asia en los albores del siglo XXI han impulsado la aventura del espacio en este continente, que en menos de un año va a ver el lanzamiento de naves orbitales lunares no tripuladas por parte de las tres potencias regionales: Japón, China e India. El plan de los tres proyectos es similar: realizar mapas de la superficie del satélite, analizar la composición del suelo e identificar las mejores localizaciones para el descenso de astronautas allá por 2020.

La misión japonesa 'Kaguya' tiene un presupuesto de 190 millones de euros Pekín lanzó el mes de octubre un cohete con la sonda lunar 'Chang'e'
Sus observaciones completarán la información adquirida por la nave Smart-1, de la Agencia Europa del Espacio (ESA), que estuvo en órbita lunar de 2004 a 2006.

También un par de misiones estadounidenses anteriores empezaron a cubrir el vacío de exploración científica lunar dejado por el programa Apolo, que llevó a 12 astronautas de la NASA al suelo del satélite entre 1969 y 1972. La meta a largo plazo de las potencias espaciales emergentes asiáticas, al igual que la de la NASA, es establecer bases permanentes en la Luna, como primer paso para la eventual exploración de Marte.
En Asia, la iniciativa de mayor magnitud es la de Tokio. El pasado 14 de septiembre, la Agencia de Exploración Aeroespacial de Japón (JAXA) lanzó un cohete con la sonda Kaguya. "El objetivo es comprender cómo se formó la Luna y cómo ha evolucionado hasta sus condiciones actuales. Con los datos que obtengamos, podremos decidir dónde situar una futura base y sabremos dónde están los recursos minerales o el agua congelada necesaria para su operación", explica Seiichi Sakamoto, científico de JAXA.

La nave japonesa investigará la geografía del satélite, la estructura del subsuelo hasta una profundidad de cinco kilómetros, su campo magnético y la gravedad. La misión, que durará un año, tiene un presupuesto de 190 millones de euros y está integrada por un módulo principal en órbita a cien kilómetros de altura sobre la superficie lunar, y dos pequeños satélites en órbitas elípticas.

El proyecto japonés se ha visto catalizado por el programa espacial de China, cuyo meteórico ascenso económico y político inquieta en Japón. Pekín envió el pasado 24 de octubre un cohete al espacio con la sonda automática Chang'e, que girará a 200 kilómetros de la superficie lunar. El coste de la misión, de un año, supera los 130 millones euros.

Chang'e hará un mapa tridimensional del satélite y analizará su superficie. Se trata del primer paso del proyecto lunar chino, que contempla el descenso de una sonda en 2012, la recogida de muestras en 2017, y la llegada de astronautas hacia 2020.

Para Pekín, el objetivo es múltiple: ocupar un lugar de liderazgo en la conquista del espacio, analizar la existencia de recursos minerales, impulsar el desarrollo tecnológico, y potenciar la industria de lanzamiento de satélites comerciales. Sin olvidar las potenciales aplicaciones militares del programa, que se encuentra bajo control del Ejército Popular de Liberación.

Para ello, va a construir una nueva generación de cohetes, Larga Marcha 5, con mayor capacidad de carga. Al mismo tiempo, Pekín utiliza el proyecto para elevar el prestigio internacional del país y el patriotismo local. "China necesita demostrar que no sólo puede alcanzar logros económicos, sino también científicos. A largo plazo, busca recursos minerales", dice Jianli Chen, del Centro de Investigación Espacial de la Universidad de Tejas (EE UU).

China se convirtió en 2003 en el tercer país en situar a un astronauta en órbita con sus propios medios de propulsión, después de la antigua URSS y EE UU. En 2005, colocó a dos, y en 2008 prevé enviar a tres y realizar su primer paseo espacial. "Pero no hay que olvidar que, tecnológicamente, China está aún muy por detrás de EE UU", dice Chen.

La otra gran potencia de Asia, India, lanzará su primera misión lunar en abril próximo. La nave Chandrayaan 1, que incluye instrumentos científicos de EE UU y de la ESA, se pondrán en órbita lunar a 100 kilómetros de altura. Corea del Sur, el último país asiático en sumarse a la exploración espacial, va a construir un centro de lanzamiento, desde donde enviará al espacio un satélite el año que viene. También prevé colocar un astronauta en órbita terrestre con un cohete construido conjuntamente con Rusia.

La carrera está en marcha. Y en Estados Unidos, que prepara una misión orbital lunar igualmente para 2008, preocupa. La NASA piensa realizar una misión tripulada a la Luna en 2020.

El Pais