CIUDAD DEL VATICANO, 24 MAR 2010 (VIS).-En la audiencia general de este miércoles, celebrada en la Plaza de San Pedro, el Papa habló sobre San Alberto Magno, "uno de los más grandes maestros de la teología escolástica".
El Santo Padre recordó que el santo nació en Alemania a comienzos del siglo XIII, y se dedicó al estudio de las "artes liberales": gramática, retórica, dialéctica, aritmética, geometría, astronomía y música, es decir, de la cultura general, mostrando aquel típico interés por las ciencias naturales, que se convertiría pronto en el campo favorito de su especialización".
Entró en la Orden de los Predicadores y tras la ordenación sacerdotal pudo perfeccionar el estudio de la teología en la universidad más célebre de la época, la de París. De esta ciudad le acompañó a Colonia Santo Tomás de Aquino, "un alumno excepcional". Por sus dotes, el Papa Alejandro IV quiso valerse de los consejos teológicos de San Alberto y después lo nombró obispo de Ratisbona.
San Alberto, dijo el Papa, contribuyó al "desarrollo del segundo Concilio de Lyon, en 1274, convocado por el Papa Gregorio X para promover la unión entre la Iglesia latina y la griega, tras la separación por el gran cisma de Oriente de 1054; aclaró el pensamiento de Tomás de Aquino, que había sido objeto de observaciones e incluso de condenas totalmente injustificadas".
El santo alemán murió en Colonia en 1280 y el Papa Pío XI lo canonizó y proclamó doctor de la Iglesia en 1931. "Fue sin duda un reconocimiento apropiado a este gran hombre de Dios y distinguido erudito, no sólo de las verdades de fe, sino de muchas otras áreas del conocimiento". Por eso, "el Papa Pío XII lo nombró patrono de las ciencias naturales y también es conocido como "Doctor Universalis", debido a la amplitud de sus intereses y conocimientos".
Benedicto XVI subrayó que San Alberto "muestra ante todo que no existe oposición entre fe y ciencia; (...) nos recuerda que hay amistad entre ciencia y fe, y que los hombres de ciencia pueden recorrer, a través de su vocación en el estudio de la naturaleza, un verdadero y fascinante camino de santidad".
"Alberto Magno -continuó- abrió la puerta a la recepción completa de la filosofía de Aristóteles en la filosofía y teología medieval, una recepción que elaboró en modo definitivo posteriormente Santo Tomás de Aquino. La acogida de una filosofía, por decir así, pagana, precristiana, fue una revolución cultural en aquel tiempo. Sin embargo, muchos pensadores cristianos temían la filosofía aristotélica, (...) sobre todo porque en la manera en que había sido interpretada podía parecer "del todo inconciliable con la fe cristiana. Se planteaba un dilema: ¿fe y razón están en contraste?".
El Papa resaltó que "uno de los grandes méritos de San Alberto fue estudiar con rigor científico las obras de Aristóteles, convencido de que todo lo que realmente es racional es compatible con la fe revelada y las Sagradas Escrituras".
"San Alberto -añadió- fue capaz de comunicar estos conceptos en modo sencillo y comprensible. Auténtico hijo de Santo Domingo, predicaba con agrado al pueblo de Dios, que era conquistado por su palabra y el ejemplo de su vida".
El Papa concluyó pidiendo a Dios que "nunca falten en la santa Iglesia teólogos doctos, piadosos y sabios como San Alberto Magno y que ayude a cada uno de nosotros a hacer propia la "fórmula de la santidad" que siguió en su vida: "Querer todo lo que quiero para la gloria de Dios, como Dios quiere para su gloria todo lo que El quiere", es decir, conformarse siempre a la voluntad de Dios para querer y hacer todo solo y siempre para su gloria y nuestra salvación y la salvación del mundo".